El domingo pasado, cerca del mediodía, la persona que había comprado nuestra cama vino a buscarla. Sólo nos daremos cuento más tarde, pero con este hecho comenzamos concretamente el viaje. Heladera, microondas, aparador y otros muebles se irán en la semana, no podemos negarlo, ya no es un proyecto, estamos viviéndolo!

Cuando pensaba al inicio del viaje, imaginaba el sol, un paisaje diferente y gente hablando italiano. Hoy veo que el comienzo de algo es siempre, y ante todo, el final de alguna cosa.

Entonces, el inicio del viaje seria dejar de ir al trabajo en traje, acabar con los “picnics” del parque Montsouris, olvidarse del metro repleto de geste, privarse de paseos en la isla Saint-Louis, dejar de lado las dos horas de RER et Bus, etc.

Nos despedimos de nuestra ciudad y nuestro cotidiano. Que, lo reconozco, hemos ampliamente criticado, detallando, punto por punto, sus incompatibilidades con relación a lo que esperamos de la vida. Pero como siempre nos apegamos, como nos apegamos a las personas a pesar de sus defectos.

El 25 de julio en Milano, comenzaremos a pedalear. Pero la salida se efectuó, es evidente, el domingo pasado, a eso de las doce, en París.